Lo mejor de un viaje, es salirse de una ruta prevista y explorar por uno mismo una zona que sugiere algo, magia, espectacularidad o simplemente la ilusión de pensar que nadie de tu entorno ha estado antes ahí dejándote sorprender por lo nuevo, por lo que uno verá detrás de la siguiente montaña o pasando la última curva de la carretera.
La llegada a Castelluccio di Norcia fue así, un girazo en el camino. Comenzamos a subir por una carretera estrechísima en medio de los Apeninos, hasta encontrarnos sólo con gente que volaba en ala delta. Una vez en la cima, el paisaje era realmente impactante y muy difícil de expresar con palabras lo que pudimos llegar a sentir casi sin buscarlo. Un paisaje brutal, espectacular. Los montes Sibillini, y un inmensísimo valle se dejaba ver a unos mil metros debajo de nosotros. Un lugar alejado del espacio y del tiempo. En un paisaje tan extenso y basto, las furgonetas parecían pequeñas luciérnagas. Estábamos sólos, y una sensacion de amplitud casi física nos invadió.A partir de hoy todo comenzó a tener otro enfoque. Experimanetamos un sentimiento de comunión con el lugar, como si siempre hubiésemos estado allí. La paz invadía todo y la sensación temporal se iba desdibujando poco a poco. comenzando a dejar de tener sentido palabras como hoy, mañana, hace una hora o el simple hecho de llevar un reloj. El paisaje se imponía sobre nosotros de una manera increíble y nos trasladaba a otras coordenadas diferentes, el vacío estaba lleno… lleno de paz. Más tarde nos enteramos que esa zona había sido un refugio de místicos que vagaban por los montes Sibillini, no era para menos.
Este fue nuestro caso cuando descubrimos casi por azar Castelluccio di Norcia. Digo ‘casi por azar’ por que siempre que usamos una ruta marcada por nosotros de antemano, aun así, no podemos evitar el pegar un volantazo y provocar un nuevo giro al viaje previsto al ver algún lugar o alguna montaña bonita y dirigirnos hacia ella; aunque luego tengamos que rezar en arameo por meternos en los sitios en que nos metemos.
- Valle de Castelluccio di norcia
- Pueblo de Castelluccio di norcia
Decidimos pasar la noche en la base del valle, rodeados de los montes que a la luz de la sombra que proyectaba la luna. El lugar en esa oscuridad se asemejaba a un paisaje lunar. Así estuvimos contemplando un cielo raso con luna llena mietras cenábamos y tomábamos un té entre mantas. Armonía absoluta.
- Valle di Castelluccio di norcia
Al día siguiente,llegamos al pueblo de Castellucio di Norcia , donde tienen las mejores lentejas de Italia. Nos dejamos llevar por las calles pequeñitas y los pequeños rincones. Fue un día impagable. Un capuccino en los Apeninos fue una auténtica gozada. Más tarde entramos en la tienda de ultramarinos del pueblo donde tendríamos un episodio un tanto surrealista y divertido. Nos encontramos con una local ¡cubana!. Nos comentó que se sentía muy bien allí, que era de la Habana y siempre se había reído de los guajiros y comentaba: » ahora soy yo una guajir» en Italia!, también fue memorable escuchar hablar italiano con acento cubano.
- Amapolas y lentejas en el Valle di Castelluccio di norcia
Muchos pensaréis por las fotos que el pueblo es tan normal como cualquiera que conozcáis. Es posible, tal vez la magia esté en la sensación de descubrir un lugar por uno mismo independientemente de lo lejos o cerca que uno se encuentre de su punto de partida., Talvez ahí resida la belleza o talvez en las personas que lo habiten, las anécdotas que os van surgiendo, talvez. Pero hay lugares y parajes que se escapan a la lógica, como Castelluccio di norcia. Un picolisimo pueblo que aunque por sus casas se alejaba bastante de muchos pueblos de alrededor en su parecido a los de las películas de Felleni. Sin embargo Castelluccio era Fellini en estado puro. Volveremos a Castelluccio seguro.
- Valle de Castelluccio di norcia
jardín atlántico 
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